Entrevista a Richard Mishler

Durante décadas, la música de Ricardo Mishler ha acompañado a miles de fieles en América Latina, Estados Unidos y Europa. Sus cantos, como “Cantaré alabanzas” y “Espíritu Santo, ven, ven”, forman parte de la memoria colectiva de la Renovación Carismática Católica. Pero detrás del músico y del predicador hay una historia de fe, crisis, conversión, misión y servicio.

En esta entrevista, Ricardo nos abre su corazón y comparte su caminar junto a Carolina, su esposa y compañera inseparable en la evangelización.


Estimado Ricardo, gracias por concedernos esta entrevista. Hace años que queríamos contactar contigo. Sabemos que eres autor de numerosas canciones y que has servido al Señor durante muchos años, tanto en Estados Unidos como en México. En las décadas de los 80 y 90 tuviste una gran actividad en México, componiendo, grabando discos y predicando junto a tu esposa Carolina. Queremos saber qué ha pasado con tu ministerio en estos años.

Los inicios en la fe

—Ricardo, ¿cómo comenzó tu camino de fe?

Nací en 1934 en el seno de una familia protestante. Desde pequeño me enseñaron a leer y amar la Biblia, cantar himnos a Dios y vivir según las Sagradas Escrituras. También me inculcaron un profundo sentido de comunidad y responsabilidad unos por otros.

En 1952 dejé el rancho de mi padre para ir a la universidad. Planeaba ser ministro protestante y profesor de música. Pero ese verano participé en unas obras teatrales cantando, y allí conocí a Carolina, una de las bailarinas. Mi vida cambió para siempre.

Ella se había convertido al catolicismo a los 14 años y empezó a prestarme libros sobre la fe católica. Nos casamos seis meses después, en 1955, y comenzamos a servir en la parroquia.

Tres años después, ya con dos hijos, sentimos el llamado misionero. Tras diez meses de formación, en 1960 nos enviaron a Morelia, Michoacán, sin saber hablar español.


La misión en Morelia y la crisis personal

En Morelia fundamos el centro juvenil ARCA (Arte y Caridad), donde los jóvenes podían aprender artes con profesionales. Después de cinco años de trabajo, el proyecto fue un éxito, pero nuestro matrimonio estaba en crisis.

—Ya no podíamos conversar con amor —recuerda Ricardo—. Nos sentíamos tristes, desilusionados y lejos de Dios.

Buscando renovar nuestra fe, viajamos a Chile con nuestros cuatro hijos varones. Allí ayudamos a mucha gente pobre, pero nuestra relación seguía igual o peor. De regreso a California, comencé a trabajar con inmigrantes, ayudándolos a encontrar formas de ganarse la vida. Sin embargo, seguía sintiendo un vacío profundo.

Fue entonces cuando Dios intervino. Una mujer católica insistió en invitarnos a un grupo de oración carismático donde se hablaba del Espíritu Santo. Resistimos mucho, pero un día aceptamos… y nuestras vidas cambiaron.

—El Señor restauró nuestro matrimonio, nuestro llamado y nuestra familia. Al entregarnos totalmente a Cristo y recibir la plenitud del Espíritu Santo, en 1970, nuestra fe cobró vida. Volví a cantar, y al leer la Biblia me brotaban cantos espontáneos basados en la Palabra, en inglés o en español, según la traducción que leía.


El nacimiento de la Renovación Carismática en México

—En fotos antiguas te vemos junto a un joven Pepe Alonso, en Coyoacán. ¿Cómo fueron esos años?

En 1971 ayudé a organizar la primera Conferencia Carismática en México, celebrada en El Altillo, sede de los Misioneros del Espíritu Santo. Participaron también hermanos evangélicos y pentecostales. El Espíritu Santo se derramó con gran poder.

Al regresar a California, compartí todo con Carolina y sentimos el llamado de volver a México para servir en esta nueva obra. Con nuestros hijos y 40 dólares al mes de apoyo, nos establecimos en el Distrito Federal y comenzamos a asistir a las reuniones en El Altillo.

Durante la Cuaresma de 1972, los sacerdotes suspendieron las reuniones para dar sus ejercicios espirituales, pero la gente nos rogó que no las detuviéramos. Abrimos entonces nuestra casa para continuar los encuentros… y el grupo creció sin parar hasta ocupar casi todas las habitaciones.

El párroco de San Juan Bautista, en Coyoacán, al ver lo que estaba sucediendo y nuestra presencia diaria en misa, nos invitó a trasladar las reuniones a la parroquia. En solo dos años, más de 2,000 personas asistían cada semana. Hoy, aún se recuerda como “la obra de San Juan Bautista”.


El Seminario de Vida en el Espíritu: un fuego que se extendió

En ese tiempo, un grupo de mujeres pidió a Carolina darles un estudio bíblico. Al buscar material, encontró en una caja de libros el manual del “Seminario de Vida en el Espíritu”. Al leerlo, descubrió que estaba lleno de citas bíblicas y comenzó a estudiarlo cuidadosamente.

Cuando llegaron las 22 mujeres para la primera sesión, Carolina y un pequeño equipo tradujeron el manual en tiempo real, siguiendo cada indicación: cómo preparar los temas, cómo guiar los grupos y cómo orar para que la gente recibiera la plenitud del Espíritu Santo.

La quinta semana, cuando oraron por ellas, todas comenzaron a orar en lenguas y tres profetizaron.

—Fue algo impactante —recuerda Ricardo—. Entonces decidí estudiar el manual y comenzamos a organizar seminarios masivos.

Muy pronto, personas de todo México y más allá llegaban pidiendo recibir el Espíritu Santo. Tuvimos que formar equipos de servidores inmediatamente después de cada seminario para que ellos mismos ayudaran a otros.

Así nació la comunidad Rejobot, formada por los servidores de los seminarios. Rejobot respondió a invitaciones en más de 100 parroquias, llevando el Seminario de Vida por todo el país.

Además, hicimos la primera traducción al español del manual, con la ayuda de Josefina Aguilera, y distribuimos más de 10,000 ejemplares, incluso en España.


Encuentro con Pepe Alonso y el fruto de la misión

Fue en esa etapa cuando conocí a Pepe Alonso. Me invitaron a orar por su familia y compartí con él lo que Cristo había hecho en nuestra vida y matrimonio. Fue el inicio de su conversión. Poco después, Pepe se integró en los equipos y, cuando en 1974 tuvimos que regresar a Estados Unidos, dejamos la comunidad Rejobot en sus manos.

Pepe desarrolló sus dones y continuó la obra con gran dedicación, extendiendo la Renovación a muchas otras parroquias y ciudades.


La música como respuesta de fe

—Eres autor de cantos muy conocidos. ¿Cómo surgieron “Cantaré alabanzas” y “Espíritu Santo, ven, ven”?

“Cantaré alabanzas” nació durante un tiempo de oración en Rejobot. En medio de las persecuciones contra la comunidad, la letra tomó un significado profundo: “En las pruebas yo cantaré”. Era un himno de perseverancia para muchos que sufrían rechazo en sus parroquias y familias por su participación en la Renovación.

Por su parte, “Espíritu Santo, ven, ven” surgió en un Seminario de Vida en el Espíritu cerca de Cuernavaca. Durante la enseñanza sobre el Espíritu Santo, una mujer sencilla compartió:

“Cuando estaba en la escuela, en tiempo de exámenes, siempre decía: Espíritu Santo, ven, ven”.

Sus palabras resonaron en mi corazón. Comencé a cantar suavemente ese estribillo, como si fuera la voz de una niña, y poco a poco nació el canto.

El himno se extendió milagrosamente por todo México, Centroamérica y Estados Unidos. Hoy sigue cantándose en confirmaciones en todo el mundo.


El diaconado: un llamado al servicio

—A finales de los 90 te ordenaste diácono permanente. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión?

Cuando vivíamos en Xochiaca, el párroco Mario Morales me animó a discernir el diaconado. Tras varios intentos frustrados en otras diócesis, finalmente, en 1996, fui ordenado por el arzobispo de Santa Fe, en Albuquerque.

Al principio, mi motivación estaba mezclada con un deseo personal de aceptación, pero Dios purificó ese llamado. Desde entonces, he experimentado una gracia especial para la predicación y he podido servir como acompañante pastoral en mi parroquia y en retiros



“La música para la Misa debería llevarnos a Dios”

—¿Cómo ves la música católica en este momento?

La música litúrgica, en muchos casos, me parece aburrida, carente de profundidad espiritual. En ocasiones, incluso, se utiliza para expresar opiniones políticas o reflejar las tendencias actuales de la sociedad, en lugar de alabar a Dios.

Por supuesto, hay grandes excepciones. Muchos de los cantos que hoy tienen un verdadero impacto espiritual en la Iglesia han sido compuestos por músicos formados en la Renovación en el Espíritu Santo. Algunos de estos cantos, nacidos en oración y bajo la unción del Espíritu, incluso han sido incluidos en la Liturgia oficial.

Carolina, mi esposa, suele decir que muchos de los intervalos en las melodías modernas son incómodos y difíciles de cantar, y que algunas armonías resultan disonantes, carentes de belleza. Puede que estas tendencias musicales modernas sirvan para ciertos ambientes, pero para muchas personas no ayudan a la devoción en la Misa.


“Hay mucha música que suena igual”

En cuanto a las grabaciones actuales de grupos cristianos, noto que, muchas veces, suena todo muy parecido. Los arreglos, ritmos e instrumentación suelen seguir el mismo patrón.

Además, en ocasiones, los integrantes de algunos grupos entran por atracción hacia la música misma, sin haber tenido todavía un encuentro personal con el Señor. Y eso se nota.

Recuerdo cuando trabajábamos en el Distrito Federal de México: nuestro grupo de jóvenes músicos era invitado una y otra vez para abrir camino en parroquias nuevas. No era por su virtuosismo, sino por su pasión por Dios. Su música, nacida de corazones enamorados de Cristo, resultó en vidas transformadas y parroquias renovadas.


“Demasiado centrada en el yo”

Otro aspecto que observo es que mucha música cristiana moderna está centrada en el “yo”. Las letras repiten una y otra vez: “Yo te adoro, yo quiero… yo siento… yo pienso… yo estoy feliz…”.

La alabanza debería enfocarse menos en lo que yo siento y más en Dios mismo. Cuando la música deja de ser oración y se convierte en autoexpresión, pierde su esencia transformadora.


Planes musicales y sueños pendientes

—Ricardo, ¿qué planes musicales tienes ahora?

Tengo compuestos alrededor de 100 cantos en inglés y un poco más en español, casi todos basados en las Sagradas Escrituras, y algunos incluso son bilingües.

Hoy no estoy grabando discos ni buscando espacios para cantar o predicar, pero siento un fuerte deseo de publicar mis cantos y hacerlos accesibles a la Iglesia. Algunos son específicos para la Misa y otros para ritos litúrgicos, mientras que otros están pensados para grupos de oración o devociones particulares.

La mayoría de mis cantos ni siquiera están pasados a la computadora; permanecen todavía en su forma original: manuscritos escritos a mano. Me preocupa que puedan perderse.

Mis canciones son melódicas y fáciles de cantar. Recuerdo a los jóvenes sin formación musical y a la gente sencilla de las zonas rurales de Puebla aprendiendo las melodías con facilidad. Siempre he buscado que los cantos puedan ser memorizados y vividos.

Estoy abierto a que otros músicos los utilicen para grabaciones o grupos, siempre que se reconozca la autoría. De hecho, Oregon Catholic Press posee los derechos legales de “Cantaré alabanzas” y “Espíritu Santo, ven, ven”.

No soy muy enérgico en buscar editoriales ni en impulsar activamente mis composiciones. Uso mis cantos cuando predico, cuando oro por los enfermos y en cualquier ocasión apropiada. Pero para hacer todo el trabajo que implica digitalizarlos, enviarlos, escribir cartas y moverlos… sinceramente, ya no tengo la energía. Necesitaría la ayuda de alguien con habilidades para este tipo de tareas.


“El secreto: estar llenos del Espíritu Santo”

—¿Podrías dejar un mensaje para los músicos católicos que nos leen?

Durante muchos años dimos retiros para músicos y descubrimos un secreto:

“Un músico católico debe estar lleno del Espíritu Santo”.

Un verdadero ministerio musical no depende solo de la técnica, sino de la unción. Hemos visto músicos cantar en lenguas, tocar sus instrumentos bajo inspiración, improvisar melodías en oración y hasta profetizar cantando.

Cuando un músico está enamorado de Dios y lleno del Espíritu Santo, se nota. Su música trasciende lo técnico y toca corazones. Por eso recomiendo que los músicos participen en retiros espirituales que les ayuden a renovar su fuego interior.

De estos retiros nacen nuevos compositores que comparten su música inspirada con la Iglesia, alimentando la fe de todo el pueblo de Dios.

Te felicito por el esfuerzo de esta revista para apoyar a nuestros hermanos músicos. Rogamos que oren por nosotros.



“Antes que ser músicos, sean adoradores. Cuando el corazón está lleno del Espíritu Santo, la música se convierte en oración y en instrumento de conversión.”

Diácono Ricardo Mishler


Diácono Ricardo y Carolina Mishler
Mayo 2010 · Toledo, Ohio, USA

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